María Eugenia Suárez, desde Punta: “Nacho Viale es el hombre de mi vida”
En la playa de los pescadores de José Ignacio corre una suave brisa y hay olor a sal. María Eugenia Suárez camina despacio, apenas enterrando sus pies en la orilla del mar. Lleva un enterito blanco, el pelo rubio un poco ondulado y la piel bronceada. A los 18 años, la actriz que se hizo famosa por su personaje de Jazmín en Casi ángeles está pasando sus primeras vacaciones junto a su novio, Ignacio Viale. Az click en Leer Más..
Se hospedan en Casablanca, el refugio que Mirtha Legrand tiene en Punta del Este. “Con Nacho nos llevamos bárbaro, es la persona con la que me gustaría compartir toda mi vida”, dice. Eugenia empezó a trabajar en televisión a los 6 años, casi por casualidad.
“Estaba jugando en una plaza y un fotógrafo me sacó una foto y le dijo a mi mamá que la mandara a una agencia de publicidad”, recuerda. Las primeras fueron para las pastas Don Vittorio, de Perú, y para una marca de dentífrico en Uruguay.
A los 11, entró en la productora de Cris Morena para formar parte del elenco de Rincón de luz y tres años más tarde se convirtió en la protagonista de Casi ángeles, el último gran éxito infantil de Cris Morena, que duró cuatro años en pantalla y, al igual que Rebelde Way, tuvo su grupo de música, Teen Angels, con el que Eugenia grabó cuatro discos y salió de gira por Israel, España, Perú y Chile.
Hace ocho meses, se fue a vivir sola a un departamento en Palermo, a pocas cuadras de la casa de sus padres, Marcela y Guillermo. “Tenía horarios muy distintos a los de mi familia. A pesar de que todavía soy chica y que mi mamá me visita todos los días y se ocupa de pagarme las cuentas, sé que por mi trabajo llevo la vida de alguien más grande”, explica.
Y con la mudanza descubrió que ya no es más la adolescente desordenada que vivía con sus papás. “Me volví una obsesiva de la casa. Me gusta tener todo limpio y ordenado”, asegura. Durante el tiempo que lleva viviendo sola, Eugenia jura que, a pesar de que las grabaciones le llevan todo el día y vuelve muerta a la noche, nunca pidió comida afuera.
“Me gusta cocinar. Mis platos favoritos son el pollo a la mostaza o el revuelto de zapallitos con queso parmesano. Y cuando se me hace demasiado tarde, paso con el auto y me compro una hamburguesa doble con queso”, admite entre risas.
–Veo que hacer dieta no forma parte de tu vida.
–Nunca hice ninguna dieta y espero no tener que hacerla, porque me costaría mucho. Cuando voy a un restaurante me gusta pedir milanesas con papas fritas. Odio esos lugares en donde los platos son mini y le tengo que pedir al mozo que me explique toda la carta. Soy muy simple, sólo tengo problemas con la comida cuando viajo porque no me gustan los picantes ni el pescado. Cuando nos vamos de gira a Israel, me llevo hasta la leche en polvo, porque ahí todo tiene otro sabor y la paso realmente mal.
–¿Sentís que sacrificaste muchas cosas por haber empezado a trabajar de tan chica?
–No, para nada. Tengo la suerte de trabajar de lo que me gusta y de haber descubierto mi vocación. No siento que haya quemado etapas, sólo tuve una infancia diferente. De todos los prejuicios que circulan alrededor del mundo de la televisión, el único cierto es que es complicado seguir con el colegio.
–¿Cómo manejaste ese tema?
–Cuando empecé con Rincón de luz, a los 11 años, me cambié del colegio al que iba a uno que era de medio turno y quedaba a una cuadra de casa. Y ahí la pase muy mal porque mis compañeritas me hacían la vida imposible. Me dejaban cartitas amenazándome con que me iban a cortar el pelo y me acuerdo de que una vez sellaron el timbre de mi casa con pegamento para que no le pudiera avisar a mi mamá que me abriera la puerta. Por suerte fueron sólo dos años y en la secundaria volví a mi colegio anterior.
–¿Terminaste el secundario?
–Todavía no. En tercer año me echaron por mala conducta y me cambié a un secundario acelerado. Pero también fue un desastre: primero repetí y después me quedé libre. El problema es que soy muy inquieta, tengo déficit de atención y me cuesta mucho concentrarme. Por eso ahora empecé un programa de estudio a distancia y sólo me queda hacer quinto año. Es algo que quiero terminar porque se lo prometí a mis papás. Además, siempre me gustó la psicología. Creo que está bueno tener un plan B, porque en el ambiente de la televisión hoy estás y mañana no sabés.
–¿Hacés terapia?
–No, fui una sola vez y la psicóloga no paraba de preguntarme si me había pasado algo malo en mi infancia. Mi mamá es mi mejor amiga, amo que me acompañe a todos lados y me ayude con todo lo que necesito. Imaginate que hasta venció el miedo a manejar para poder llevarme y traerme de acá para allá. Y mi papá es una persona que admiro muchísimo y que siempre me aconsejó muy bien. Creo que es gracias a la educación que recibí de ellos que, a pesar del trabajo que tengo, nunca me enganché en cosas que hacen mal ni perdí la humildad.
–¿Eso es algo que compartís con Nacho?
–Sí, tenemos muchos valores en común. Además, los dos tenemos caracteres muy fuertes, aunque yo soy un poco más tranquila y él es más de sacarse. Otra cosa en la que coincidimos siempre es en la imagen que tenemos de alguien que acabamos de conocer y lo que nos genera esa persona. ¡Es increíble!
–¿Y en qué se diferencian?
–Nacho es más dado con la gente, le cayó súper bien a mi familia y a todas mis amigas. En cambio, yo soy más tímida y callada, admito que me cuesta entrar en confianza.
–¿Cómo se vive ser un referente de millones de chicos que siguieron Casi ángeles?
–No soy muy consciente de eso. La verdad es que no me considero un referente. Me parece rarísimo que haya chicas que se hacen la misma estrellita que tengo tatuada en el cuello o que se compran la misma ropa que yo. Creo que, aunque estoy muy conforme con mi forma de ser, no soy ejemplo de nada. No quiero que nadie me imite porque, como cualquier persona, cometo millones de errores.
–¿Cómo manejás la gran exposición que te da la televisión?
–Cuando estoy en un lugar público y alguien me reconoce, automáticamente me empiezan a transpirar las manos y me pongo muy nerviosa. Trato de resguardarme lo más que puedo. Igual, no creo que todavía sea famosa, no me identifico con esa palabra. Ojalá en algún momento despegue y me haga un nombre dentro del ambiente artístico.
–Ahora que terminaste Casi ángeles, ¿qué proyectos tenés para el año que viene?
–Hay una posible gira para 2011 con la banda y otras propuestas que todavía estoy evaluando. Después de cuatro años de hacer el mismo personaje, estoy desesperada por hacer algo diferente. Me encantaría ser parte de un producto más jugado, del tipo de Mujeres asesinas. De todas maneras, en el futuro me gustaría trabajar en Hollywood, hacer cine, televisión o cantar al mejor estilo Beyoncé [Knowles].
En la playa de los pescadores de José Ignacio corre una suave brisa y hay olor a sal. María Eugenia Suárez camina despacio, apenas enterrando sus pies en la orilla del mar. Lleva un enterito blanco, el pelo rubio un poco ondulado y la piel bronceada. A los 18 años, la actriz que se hizo famosa por su personaje de Jazmín en Casi ángeles está pasando sus primeras vacaciones junto a su novio, Ignacio Viale. Az click en Leer Más..
Se hospedan en Casablanca, el refugio que Mirtha Legrand tiene en Punta del Este. “Con Nacho nos llevamos bárbaro, es la persona con la que me gustaría compartir toda mi vida”, dice. Eugenia empezó a trabajar en televisión a los 6 años, casi por casualidad.
“Estaba jugando en una plaza y un fotógrafo me sacó una foto y le dijo a mi mamá que la mandara a una agencia de publicidad”, recuerda. Las primeras fueron para las pastas Don Vittorio, de Perú, y para una marca de dentífrico en Uruguay.
A los 11, entró en la productora de Cris Morena para formar parte del elenco de Rincón de luz y tres años más tarde se convirtió en la protagonista de Casi ángeles, el último gran éxito infantil de Cris Morena, que duró cuatro años en pantalla y, al igual que Rebelde Way, tuvo su grupo de música, Teen Angels, con el que Eugenia grabó cuatro discos y salió de gira por Israel, España, Perú y Chile.
Hace ocho meses, se fue a vivir sola a un departamento en Palermo, a pocas cuadras de la casa de sus padres, Marcela y Guillermo. “Tenía horarios muy distintos a los de mi familia. A pesar de que todavía soy chica y que mi mamá me visita todos los días y se ocupa de pagarme las cuentas, sé que por mi trabajo llevo la vida de alguien más grande”, explica.
Y con la mudanza descubrió que ya no es más la adolescente desordenada que vivía con sus papás. “Me volví una obsesiva de la casa. Me gusta tener todo limpio y ordenado”, asegura. Durante el tiempo que lleva viviendo sola, Eugenia jura que, a pesar de que las grabaciones le llevan todo el día y vuelve muerta a la noche, nunca pidió comida afuera.
“Me gusta cocinar. Mis platos favoritos son el pollo a la mostaza o el revuelto de zapallitos con queso parmesano. Y cuando se me hace demasiado tarde, paso con el auto y me compro una hamburguesa doble con queso”, admite entre risas.
–Veo que hacer dieta no forma parte de tu vida.
–Nunca hice ninguna dieta y espero no tener que hacerla, porque me costaría mucho. Cuando voy a un restaurante me gusta pedir milanesas con papas fritas. Odio esos lugares en donde los platos son mini y le tengo que pedir al mozo que me explique toda la carta. Soy muy simple, sólo tengo problemas con la comida cuando viajo porque no me gustan los picantes ni el pescado. Cuando nos vamos de gira a Israel, me llevo hasta la leche en polvo, porque ahí todo tiene otro sabor y la paso realmente mal.
–¿Sentís que sacrificaste muchas cosas por haber empezado a trabajar de tan chica?
–No, para nada. Tengo la suerte de trabajar de lo que me gusta y de haber descubierto mi vocación. No siento que haya quemado etapas, sólo tuve una infancia diferente. De todos los prejuicios que circulan alrededor del mundo de la televisión, el único cierto es que es complicado seguir con el colegio.
–¿Cómo manejaste ese tema?
–Cuando empecé con Rincón de luz, a los 11 años, me cambié del colegio al que iba a uno que era de medio turno y quedaba a una cuadra de casa. Y ahí la pase muy mal porque mis compañeritas me hacían la vida imposible. Me dejaban cartitas amenazándome con que me iban a cortar el pelo y me acuerdo de que una vez sellaron el timbre de mi casa con pegamento para que no le pudiera avisar a mi mamá que me abriera la puerta. Por suerte fueron sólo dos años y en la secundaria volví a mi colegio anterior.
–¿Terminaste el secundario?
–Todavía no. En tercer año me echaron por mala conducta y me cambié a un secundario acelerado. Pero también fue un desastre: primero repetí y después me quedé libre. El problema es que soy muy inquieta, tengo déficit de atención y me cuesta mucho concentrarme. Por eso ahora empecé un programa de estudio a distancia y sólo me queda hacer quinto año. Es algo que quiero terminar porque se lo prometí a mis papás. Además, siempre me gustó la psicología. Creo que está bueno tener un plan B, porque en el ambiente de la televisión hoy estás y mañana no sabés.
–¿Hacés terapia?
–No, fui una sola vez y la psicóloga no paraba de preguntarme si me había pasado algo malo en mi infancia. Mi mamá es mi mejor amiga, amo que me acompañe a todos lados y me ayude con todo lo que necesito. Imaginate que hasta venció el miedo a manejar para poder llevarme y traerme de acá para allá. Y mi papá es una persona que admiro muchísimo y que siempre me aconsejó muy bien. Creo que es gracias a la educación que recibí de ellos que, a pesar del trabajo que tengo, nunca me enganché en cosas que hacen mal ni perdí la humildad.
–¿Eso es algo que compartís con Nacho?
–Sí, tenemos muchos valores en común. Además, los dos tenemos caracteres muy fuertes, aunque yo soy un poco más tranquila y él es más de sacarse. Otra cosa en la que coincidimos siempre es en la imagen que tenemos de alguien que acabamos de conocer y lo que nos genera esa persona. ¡Es increíble!
–¿Y en qué se diferencian?
–Nacho es más dado con la gente, le cayó súper bien a mi familia y a todas mis amigas. En cambio, yo soy más tímida y callada, admito que me cuesta entrar en confianza.
–¿Cómo se vive ser un referente de millones de chicos que siguieron Casi ángeles?
–No soy muy consciente de eso. La verdad es que no me considero un referente. Me parece rarísimo que haya chicas que se hacen la misma estrellita que tengo tatuada en el cuello o que se compran la misma ropa que yo. Creo que, aunque estoy muy conforme con mi forma de ser, no soy ejemplo de nada. No quiero que nadie me imite porque, como cualquier persona, cometo millones de errores.
–¿Cómo manejás la gran exposición que te da la televisión?
–Cuando estoy en un lugar público y alguien me reconoce, automáticamente me empiezan a transpirar las manos y me pongo muy nerviosa. Trato de resguardarme lo más que puedo. Igual, no creo que todavía sea famosa, no me identifico con esa palabra. Ojalá en algún momento despegue y me haga un nombre dentro del ambiente artístico.
–Ahora que terminaste Casi ángeles, ¿qué proyectos tenés para el año que viene?
–Hay una posible gira para 2011 con la banda y otras propuestas que todavía estoy evaluando. Después de cuatro años de hacer el mismo personaje, estoy desesperada por hacer algo diferente. Me encantaría ser parte de un producto más jugado, del tipo de Mujeres asesinas. De todas maneras, en el futuro me gustaría trabajar en Hollywood, hacer cine, televisión o cantar al mejor estilo Beyoncé [Knowles].
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