Cierre definitivo para una saga que durante cuatro temporadas y 579 capítulos no dejó fantasía sin transitar ni ideal sin exponer, en esa mezcla única de sueños y ética adolescente con que Cris Morena amasó un nuevo fenómeno masivo.
Casi ángeles IV (a las 19, por Telefe) llegó el lunes a su término siendo fiel al espíritu que lo atravesó en sus sucesivas temporadas. Con su desborde de fantasía rebalsando por los cuatro costados, con su impronta narrativa capaz de dinamitar cualquier atisbo de realismo y sus metáforas/enseñanzas/bajadas de línea que son todo un sello Morena. Porque si el cierre de la tercera temporada, el año pasado, fue a todo Sartre (“El hombre es el porvenir del hombre, porque no hay otro amor que el que se construye”), este año no quiso ser menos y fue por Gandhi (“Uno obtiene aquello para lo que se hace digno”). Y, modestamente, por la propia Cris: “…Saber que somos casi ángeles y que la vida es resistencia”.
Los ejes del relato fueron el tránsito incesante entre el presente y el futuro (o los futuros), entre el 2010 y el 2068, o el 2031, o el año que sea; entre dimensiones temporales casi inaprehensibles, en súbitos viajes de ida y vuelta imposibles de entender, pero irresistiblemente atractivos por su libertad, que puede ser capricho, pero qué importa, porque seducen a quien tienen que seducir y despiertan la adhesión de quienes corresponde: ese millón de usuarios registrados en el sitio oficial del programa, esos 70 mil visitantes por día en Internet o las 1.600 millones de vistas que tuvieron los videos del ciclo en la página de YouTube.
“La recompensa de resisitir es volver a casa”, dirá alguien en algún momento del final. No importa quién ni cuándo ni porqué. Porque Casi ángeles, antes que un relato convencional, construye un discurso coral adolescente hecho, por partes iguales, de ética, compromiso, ecología, responsabilidad social y libertad. Puede parecer mucho, y seguramente lo sea; pero es con lo que Cris Morena ha aprendido a construir fenómenos mediáticos.
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